Oscar Olivera, conversa con Making Worlds

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Por: Making Worlds (Susana, Vicente, Maria, Janet K)

En ocasión de la visita de Oscar Olivera a New York, Making Worlds se juntó con él para conversar sobre la larga lucha contra la privatización del agua en Cochabamba, en la que Oscar fue uno de sus portavoces desde su rol de organizador en la Coordinadora para la defensa del agua y de la vida. Al estar en un sitio como Nueva York, nos interesaba que nos contara los potenciales de organización que hicieron posible una lucha en la que diferentes partes de la población de sus tierras participó contribuyendo con sus historias, sus saberes, sus lenguas. Desde esas historias, llegamos al presente boliviano, en el que el gran proceso colectivo ha sido expropiado de su lengua y de su lucha una vez que el Estado firma un contrato con las corporaciones y continúa una línea neo-extractivista en la que los colectivos indígenas son desempoderados. En este marco, Oscar enfatizó la necesidad de buscar un lenguaje común entre todas las luchas. Antes de comenzar, hablamos de los desafíos que enfrentan los movimientos nuevos y viejos en poder pensarse como procesos a largo plazo, las formas de organización que se requieren, la necesidad de replantear de raíz nuestros lenguajes y la necesidad de insistir en continuar los procesos horizontales, “sin jefes, sin partidos, sin patrones”.

MW: Nos gustaría que nos cuentes sobre los pequeños pasos que hicieron posible una victoria tan grande en su momento contra la privatización del agua en Bolivia. Esto es, cómo se logra que comunidades tan distintas (campesinado, mineros) se unan en esta lucha. ¿Cómo se logró esa vinculación? ¿cuál fue su lenguaje?

OO: Creo que muchos dicen que normalmente, cuando acontecen grandes eventos se trata de acciones espontáneas — esto es lo que normalmente dicen los de arriba: dicen que lo que pasó con Occupy Wall Street, lo que está pasando en Taksim en este momento, lo que pasó en Cochabamba, son una cosa espontánea -puro espontaneísmo. Pero yo no creo esto sino que se trata de una reacción de la gente frente a una acumulación de cosas, frente a lo que yo llamo una acumulación de despojo cotidiano de todo –no solamente de los bienes comunes sino de tus derechos como persona, de tus derechos para poder hablar, expresarte –hay una expropiación cotidiana brutal. Se despoja absolutamente de todo. Y entonces, en un momento dado, cuando hay una medida que la gente no está dispuesta a seguir tolerando más, se sale a la calle y se genera un proceso de articulación muy rápido. No podemos negar de que hay cosas absolutamente comunes tanto en Bolivia como en Turquía y es el hecho de que los que deciden por nosotros hoy, para ellos nosotros no existimos cuando toman decisiones– o dicho de otro modo, cuando toman decisiones, es como si nosotros no existiéramos.

¿Quiénes son ellos?
Son los mismos que están en Turquía, en Uruguay o en Bolivia. Son los grandes bancos, las corporaciones transnacionales, los políticos, los gobernantes –todos tienen la misma actitud de menosprecio, de invalidarnos: constituyen una toma de institucionalidad que anula cualquier posibilidad de participación de otra opinión.

MW: ¿Lo que decías respecto a la acumulación de expropiación de la vida en lo cotidiano?

OO: Sí, se trata de una acumulación de la indignación que produce la expropiación frente al despojo cotidiano, permanente. En los primeros años del 2000, vimos que en Bolivia fue el agua, en Argentina fue el corralito, en Ecuador con la CONAIE (Confederación de nacionalidades indígenas de Ecuador) fue la dolarización de la economía…Estos procesos que brotan en diferentes lugares, en diferentes ritmos, tienen que ver con el hecho de que la gente empieza a tomar , a vivir, el territorio con una dimensión distinta. Se trata de la defensa del territorio de la gente, entendido como algo no solamente geográfico sino como un espacio que la gente ha ido construyendo de una manera digna -el barrio, la fábrica, la universidad, la cooperativa de agua, la empresa pública, la escuela, la chacra. Esto es, un territorio en el que la gente ha construido una forma de vinculamiento diferente, una vivencia, hasta que viene una transnacional y ocupa ese territorio e impone sus reglas de mercantilismo, de individualismo, de sumisión. Y la gente se resiste a vivir en esas condiciones… Entonces, comienza un proceso de defensa de la gente, de su territorio.

MW: Como lo que está pasando en Taksim, estos días…

OO: Claro, lo que está pasando en Taksim es exactamente como lo que estaba pasando en Cochabamba en el año 2000: la gente toma la plaza como territorio simbólico. Nosotros decíamos: “esta plaza es nuestra: nosotros aquí nos encontramos”. Y lo mismo puede ocurrir con una comunidad que defiende su territorio contra una transnacional que viene a contaminar sus aguas. O los universitarios que defienden la educación gratuita en su territorio. Es en la defensa de ese territorio que la gente empieza a generar otra concepción del territorio que es fundamental para nosotros -una que implica algo que no es simplemente la de ser un sitio para intercambiar mercancías. Algunos por intuición y otros porque tienen una visión, como en las comunidades indígenas, y yo creo que eso es lo que está ocurriendo en el mundo hoy. Yo creo que no es ninguna diferencia — esa lucha de los piqueteros en la Argentina, la lucha de Cochabamba, la lucha de la CONAIE contra la dolarización o la lucha de Taksim hoy — no veo alguna diferencia. Se trata de lo mismo. Los mismos enemigos, la misma conducta de los gobernantes – y la gente defendiendo su territorio, su propia lucha política.

MW: En el caso de Cochabamba se da además la colaboración entre grupos sociales muy distintos, por ejemplo campesinos y mineros, cada uno con sus propias – y muy distintas – formas y tradiciones de organización. Nos interesa mucho que nos cuentes de eso, por estar aquí moviéndonos en una de las ciudades más diversas del mundo en las que se hace compleja la organización polifónica de luchas. ¿Como se fueron combinando, mezclando y transformando los diferentes saberes y formas de organización en Bolivia a lo largo de los años?

OO: Una de las cosas de las que el neoliberalismo nos ha despojado es del acceso a la información. Esto se ha hecho a propósito y también ocurre porque la gente no tiene tiempo para informarse. Es tal el ritmo del trabajo que no da tiempo para leer un periódico, para informarnos. Un ejemplo: he trabajado en una fábrica de zapatos por 32 años. Cuando era joven, en el barrio vivíamos 700 obreros. Hoy somos 700 también pero en ese tiempo se vendían 500 periódicos y hoy no se vende ni uno. Para que te des cuenta cómo ha cambiado estas formas de información y comunicación que la gente tenía — pese a que eran formas de comunicación digamos que tradicionales, con toda una ideología encima, pero la gente siempre estaba ávida de información y esa información se podía discutir, se establecían espacios de comunicación dentro de la fábrica, la gente tenía la intuición de por dónde iban las movidas políticas y salía a las calles. Hoy no hay información.

Entonces una de las dificultades que tuvimos en Cochabamba fue la información —cómo hacemos para que la gente se informe de las consecuencias que va a tener un proceso de privatización. Entonces formamos un pequeño equipo de comités de agua, sindicatos, profesionales medioambientalistas, abogados, ingenieros economistas y entre todos seguimos todo un análisis de las leyes de privatización y tuvimos la capacidad de poner en una hoja 5 puntos. De esas 400 páginas de información sacamos 5 puntos, que resumía el modo en que a la gente le iba a afectar la privatización.

Entramos en una campaña de difusión puerta a puerta pero al mismo tiempo tuvimos la oportunidad de establecer conferencias de prensa con mucha psicología. También por ejemplo comenzamos a buscar mecanismos creativos que nos juntaran: decidíamos que la gente colocara su bandera en cada casa y la gente se unía alrededor de la casa donde se había colocado la bandera y se distribuía la información, los papeles, todo. Y todo el que estuviera de acuerdo para pelear contra esto, podía poner su bandera y más adelante hubo un embanderamiento general.

Creo que Cochabamba por sus características tuvo dos componentes muy fuertes. Primero una estructura sindical obrera, minera que fue desmantelada en 1986. Esa estructura se dispersó, ya no estaba funcionando como un cuerpo social sino como puntitos por muchas partes del país pero en el momento del conflicto, estos puntitos se volvieron a unir …. porque más allá de esa estructura fragmentada, no se había perdido esa cultura obrera de organización, yo digo de coraje. Así que era ese mismo movimiento disperso el que tuvo la capacidad de convocar en los barrios a la lucha. El otro componente era el movimiento indígena y campesino que ve el agua no como una mercancía sino como dicen nuestros hermanos, como un regalo, generoso de la Pachamama. Como a nadie en particular le han dado el agua, nadie puede apropiarse del agua. Es una concepción muy simple pero muy profunda. Creo que estos elementos nos habilitaron a una lucha frontal.

MW: ¿Cómo se llega a la idea del “derecho al agua” que se planteó desde el gobierno?

OO: En ningún momento en Cochabamba hablamos del derecho al agua. Jamás. No sabemos porqué lo hizo el gobierno de Morales. Nosotros no hablamos del derecho al agua porque nuestra concepción común del agua, como digo, es diferente. No se habla de derechos porque en las comunidades nuestras, el individuo es parte de la naturaleza -no está “sobre” la naturaleza para imponerle un “derecho” sino que es parte de ella. Hablamos fundamentalmente de la necesidad del agua de todos los seres vivos -del hombre, los animales, la tierra misma.
Entonces creo que esa concepción, la defensa del territorio en el campo, el decir : “este es mi territorio aquí y yo he construido estas formas de convivencia en mi relación con la naturaleza”
y al mismo tiempo mantener la cultura de organización de las ciudades, fueron los dos elementos fundamentales para una cohesión del campo y la ciudad.

Al mismo tiempo, creo que en este tiempo que vivimos existe una especie de crisis institucional donde nadie cree en nadie ya, ni en los gobernantes, ni en los sindicatos. La gente está buscando esta referencia. Y en un sindicato como el mío, tratamos de crear una voz transparente, una voz que visiilizara la realidad de mundos no – institucionales: los trabajadores precarizados, las trabajadoras sexuales, los niños trabajadores En el fondo, era una visibilización de toda esa realidad que el propio neoliberalismo construyó. Entonces sin querer nos fuimos convirtiendo en una voz que convocaba a la población, que convocaba a la gente porque nosotros habíamos hablado con claridad, transparencia y con absoluta dignidad de denuncia de este nuevo mundo del trabajo.

Así que se juntaban una serie de elementos: la capacidad organizativa de los mineros; la concepción y defensa del territorio y el agua de las comunidades indígenas; un sindicato obrero que empezó a ser creído en la población; y un grupo de intelectuales que tenían la capacidad de descifrar todo ese lenguaje denso de las leyes y los contratos, y de devolver a la gente una información que era justamente necesaria para pelear. Y además estaba el uso de esas formas innovadoras, creativas, para comunicarnos de manera masiva al margen de los medios normales de comunicación.

MW: Con lo que decías de mantener un tipo de sindicato muy poco tradicional, que se mueve en ese sistema del trabajo precarizado –¿ qué pasa con esa forma de autonomía una vez que empieza este gobierno? ¿cómo se da una lucha entre lo común y lo público cuando es co-optado por la lengua del derecho? ¿es una lucha que desempoderó a las comunidades o se está rearticulando / reorganizando?

OO: Creo que en toda la lucha posibilita varias cosas. El motor fundamental es esa recuperación de las capacidades de la gente de organizarse, de movilizarse, y de fijar colectivamente múltiples objetivos comunes. Eso significa decir: nos apoyamos mutuamente y todos peleamos por lo que cada uno quiere.
El motor fundamental es esa autonomía, esa capacidad propia de deliberar, de decidir, por la gente misma. Sin patrones, sin caudillos, sin partido. Es la gente la que decide por sí misma en una deliberación asamblearia, en la que la gente se va dando sus propias estructuras . Desde un cabildo de 100 mil personas que había en Cochabamba, hasta una pequeña vocería de 5 personas. que eran los que tenían que llevar la voz a las estructuras estatales. sindicatos obreros, de maestros, de desocupados. Las asambleas delegaban el poder de transmitir la decisión de la gente, del cabildo, de las asambleas a los voceros. Entonces, era esa voluntad asamblearia, pero expresado sin una dirección individual. No había un partido, ni un caudillo. El tema de la vocería era revocable, rotatorio y la rendición de cuentas se realizaba en los cabildos. Eras citados por 100 mil personas. Pero en ese tiempo los objetivos eran claros. Sabíamos lo que estábamos haciendo. Era decir NO a la privatización del agua. Entonces creo que la fortaleza de ese momento fue la autonomía, la libertad. Cierta decisión asamblearia, cierta jerarquía de representantes. Y eso decretó una de las cosas más importantes que iba contra lo que el neoliberalismo mete en nuestras cabezas: el individualismo, la apatía, la resignación. y ante todo el miedo. La gente tiene mucho miedo.

En Cochabamba, las barricadas se construyeron en espacios de encuentro de la gente. Y esos espacios de encuentro nos ayudan a vernos como iguales, nos ayudan a ver que tenemos los mismos problemas, las mismas dificultades, los mismos horizontes para construir una sociedad nueva. Las asambleas, los sindicatos, las barricadas, todos estos espacios fueron muy importantes.

Hoy creo que esa fuerza, ese tejido social con tanto vigor, se ha perdido porque ha habido una cooptación desde el estado. Desde que los propios referentes, de lo que llamo portavoz, de lo rural, ahora son parte de esa estructura estatal y eso le ha quitado mucha fuerza, mucha credibilidad a la lucha. Y se ha perdido totalmente la autonomía. Y la institucionalidad nos está ganando en toda la visión que ellos tienen. Mientras ellos están entregando los territorios a las grandes transnacionales hoy, el gobierno de bolivia, a nosotros nos distrae con medidas, como por ejemplo la obligatoriedad de tener 2 perritos, dos canes, en cada casa. Y además, de poner a cada can un chip. Entonces, mientras la población discute si esa ley municipal la vamos a rechazar o aceptar, el gobierno está entregando nuestros territorios a las transnacionales. Vemos cómo ellos han ido avanzando y nosotros hemos quedado atrás en esta especie de distracción institucional que ellos provocan para que se disperse el poder, para que se disuelvan las redes de poder– de ese poder acumulado de la gente que tuvo la capacidad de imponer a todos los gobiernos una agenda. Hoy con estos gobiernos populares esa agenda se ha disuelto. Diría que ha habido una expropiación desde estos gobiernos populares de esa capacidad de indignación de la gente, de organización, y movilización. Inclusive, ese discurso de la gente ha sido expropiado por los gobernantes . En Bolivia no hay la mínima posibilidad de autonomía pero la gente está luchando permanentemente por eso, de manera dispersa pero yo diría que hay un promedio de 4 conflictos diarios, lo que te da una idea de que la gente no está quieta. Lo que falta es un proceso nuevo de articulación bajo esa experiencia de la coordinadora del agua, de un movimiento participativo, horizontal, asambleario, deliberativo. que sabe recuperar la política para la gente y no para los partidos. Eso..

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