Arte, educación y medio ambiente: Dando la cara a los problemas socio-ambientales de Cochabamba

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Movimiento, imaginación y murales.

Entre huertos, hortalizas, movimientos corporales, pinturas y cuentos, lxs estudiantxs de las escuelas Nataniel Aguirre, Eliodoro Villazón, Jesús Terceros y Miriam M. Terceros, entablan diálogos con la naturaleza a través de actividades artísticas. Esta es una primera experiencia para fusionar la agricultura escolar y el arte dentro las iniciativas “Para seguir sembrando, tercera etapa” y “Agua para Tod@s”, llevadas adelante por la Fundación Abril y la Agenda Departamental del Agua Cochabamba durante el último bimestre escolar de la gestión 2017.

En la primera jornada, lxs niñxs de primaria experimentaron en sus cuerpos la sensación de “ser agua” en el taller de expresión corporal “Niños y Niñas de Agua”, a cargo del grupo “Biológicos, creación e investigación escénica”. Practicando ejercicios para soltar el cuerpo, reflexionando sobre el uso social del agua, también sobre sus formas y estados, lxs niñxs crearon coreografías colectivas para convertirse en agua. Después, los mismos entraron en un estado de relajación para experimentar los sonidos del agua y, finalmente, se volvió a un periodo de reflexión sobre lo vivido y las impresiones que se tienen respecto al problema del agua en Cochabamba y la contaminación del río Rocha. “El objetivo era cambiar el foco de la educación tradicional y cambiar esto de que todo entra mediante la palabra y/o la lectura, con un niño sedente sentado en su pupitre y, más bien, poder integrar la información desde el propio cuerpo, como parte de la naturaleza”, nos cuenta Malena Rodríguez, una de las integrantes del grupo artístico.

En la segunda jornada, la compañía teatral “Interacción” realizó una enternecedora y divertida puesta en escena para contar historias fabulescas sobre el cuidado del agua, la contaminación y las acciones para mejorar el medio ambiente. Con títeres y magníficas interpretaciones, nos transportamos a un mundo fantástico que, al mismo tiempo, puede encontrarse en cualquier jardín, bosque, barrio o río. “La intención es provocar en varios sentidos, salir de ciertos esquemas que nos imponen en nuestro medio y desarrollar, hablando de los cuentos, la imaginación, la fantasía”, dice Adrian Araníbar, fundador del grupo “Interacción”.

Finalmente, en la tercera jornada, se pintaron dos grandes murales, uno en cada establecimiento, con mensajes claros a la sociedad: Somos el río Rocha y Queremos el río Rocha límpio. Poco a poco, las brochas de lxs niñxs dieron forma y color a la obra que ahora forma parte de las escuelas y que recuerdan a los transeúntes que, muy cerca del ellos, un río moribundo busca recuperarse. Gino Colonelli, integrante del grupo “Biológicos”, resalta la importancia de estas actividades en escuelas públicas: “Me parece interesante que esta clase de espacios se construyan y se dediquen a que espacios tradicionales y convencionales como las escuelas públicas tengan la oportunidad de tener momentos alternativos desde el arte, bajo una mirada contemporánea o más abstracta (…). Y que no solo escuelas alternativas puedan tener esta experiencia, sino que también estos niños. Es importante porque son personitas que están llenas de energía y con ganas de contar otra cosa”.

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Arte y agricultura para una educación desde la vida

En primer lugar, ¿Cómo definimos el arte? ¿Es sólo un cúmulo de reglas para construir obras en sus diversas subdisciplinas? Al respecto, Rodríguez nos dice: “Me quedo pensando en la palabra arte, justamente, un maestro de yoga nos habla sobre el ‘arte de vivir’ como una suerte de inteligencia, perspicacia, discernimiento y ética. Eso es una manera de vivir con ‘arte’ o de hacer las cosas con ‘arte’, es decir, va más allá de hacer algo plástico o hacer algo para mostrar, sino romper un poco esta noción de que el arte ‘está afuera’. ¿Cómo podrías integrar el arte en tu vida para ser una mejor persona?”. Esta es la pregunta que hace de puente entre el hacer artístico y la agricultura escolar.

La agricultura urbana, aplicada a la pedagogía, y el arte, aplicado a la educación ambiental, constituyen excelentes herramientas para mejorar la calidad educativa. La primera, porque  los huertos escolares son un laboratorio natural integral, y la segunda, porque posibilita en lxs niñxs empatizar a nivel emocional con la naturaleza (biofilia) y, por tanto, mejorar su actitud cotidiana respecto a la misma.

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El vínculo entre la naturaleza y gran parte de la humanidad está roto. Las ciudades se convierten en los grandes centros del olvido y el desarraigo: “Siento que la población popular de la ciudad están completamente cercenados en su relación con el entorno  (con el tema de la basura, el río, etc.). Las enseñanzas que fueron traídas del campo se han cambiado por estas maneras arrogantes y desdeñosas de lo que consumo y lo que deshecho”, lamenta Rodríguez.

Una de las tareas para restablecer nuevamente esa relación se encuentra en la práctica de la agricultura escolar/urbana. En ella, se pueden descubrir en vivo y en directo los principios y ritmos de la vida, se genera comunidad por el esfuerzo colectivo en la producción de alimentos y se estimula la investigación vía descubrimiento. Además, así como lo hace la práctica artística, también recuperamos la conciencia sobre nuestros cuerpos, que son, en palabras de Colonelli,  “El instrumento más importante que tenemos, y desde ahí deberíamos empezar a aprehendernos, no? Entonces, claro, nos enseñan otras cosas, otras materias (…) pero olvidando que nuestro cuerpo es la maquina más importante para poder estar en esta tierra, y el cuidado de esta máquina no lo conocemos.”

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“(…) Cuando nosotros tratamos de tener un espacio en libertad, ese espacio en libertad rompe los esquemas, porque cuando estas en la escuela, por ser vertical la escuela, te pone parámetros, te pone condiciones, te pone nota, te pone calificación, y, en otras palabras, te condiciona totalmente y no hay posibilidades de que el niño, la niña, como seres en desarrollo, puedan desarrollar sus otras habilidades, y eso es lo que nosotros intentamos realizar”, afirma Aranibar. Justamente esas otras habilidades a las que refiere se encuentran en el plano emocional. Es necesario que lxs niñxs (y todxs) entablen relaciones con el espacio que trasciendan la “razón” (y sobre todo la razón instrumental), pues el aprendizaje también se da y se consolida mediante los sentimientos, las inquietudes e intuiciones con las que trabaja el hacer artístico.

Rodríguez asegura que, igualmente, la “técnica del arte” como el escénico o las artes plásticas (pintar una línea recta, mezclar colores, etc.) también implica grados de concentración, práctica y estudio, lo que tiene repercusiones en el resto de los campos del conocimiento; pero, además, “a través de las metáforas y el pensamiento abstracto se puede desarrollar esta sensibilidad y si lo practicas desde niño, entonces cuando sean jóvenes, vas a tener jóvenes más sensibles”, afirma. Es decir que “las experiencias emocionales son importantes en el desarrollo de sentimientos de valoración del entorno” (Khon et al. 2006).

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Pero no solo es la sensibilidad y empatía la generada gracias al hacer artístico, sino la recuperación de algo que se pierde cada vez más precozmente en la sociedad actual: nuestra capacidad de asombro. “El arte se basa en el supuesto de que los seres humanos podemos intuir, conocer, imagina, expresar, aspectos de la realidad. La capacidad para hacer asociaciones inéditas, son funciones del ser humano que permiten acceder a espacios y a complejidades imposibles de apresar o comprimir en el marco de una teoría, una fórmula, una ley general” (Novo:2002) . Bajo esta mirada total, no fragmentada, es posible entrever unido lo que aparentemente estaba separado o era antagónico y, de esta manera, poder comprender la complejidad de lo observado.

Entonces, el arte como práctica sensibilizadora, generadora de vínculos emocionales y una mirada complejizadora de la realidad es, pues, un medio perfecto para trabajar temáticas ambientales. Lograr empatizar con nuestro entorno natural, empatizar con lo que comemos o empatizar con un río, nos permite una implicación mayor con los problemas ecológicos que haciendo solo uso de la razón positivista.  “La mirada artística es una mirada apasionada, y es la pasión la que nos hace reconectarnos e implicarnos con nuestro paisaje y nuestra comunidad” (López:2007)

 

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Reflexiones finales

El hacer artístico y la agricultura escolar entablan, pues, diálogos que convergen en un despertar a la vida y la naturaleza. Entre el vínculo emocional y las manos en la tierra, entre la mirada empática y abstracta del arte y lo concreto que es producir alimentos, vamos reforzando en lxs niñxs los valores de la comunidad, la conciencia sobre el entorno en el que viven y los intercambios recíprocos, sustentables y milenarios de la humanidad con la naturaleza. Somos naturaleza y somos arte, y ambos tienen que estar en nuestra experiencia diaria, de esta manera, quizá, tengamos ciudadanxs dispuestos a cambiar sus formas de vida en pos de un mañana que no esté condenado a la crisis medioambiental.

Estas son las razones por las cuales, desde las pequeñas iniciativas, desde los trabajos en las escuelas con los huertos, fomentando tecnologías de captación de agua de lluvia, generando debates desde abajo sobre el río Rocha y abriendo espacios para el arte, que la Fundación Abril apuesta por una Cochabamba más sostenible y solidaria con el medio ambiente.

 

Fuentes consultadas:

López, Marta. Mario Vega y Lucia Loren. El Arte como herramienta para la educación ambiental. 2017

Kohn,  Kareen. Luis Conrado Ramirez Ramirez. La influencia del arte en la educación ambiental y como incide en patrones de comportamiento. 2006

Novo, María. La Complementariedad ciencia-arte para la construcción de un discurso ambiental integrado. 2002

 

 

 

 

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