Haciendo en el huerto, haciendo comunidad
Actualmente, la manera de gestionar los terrenos urbanos —mediante el loteo privado— no está dando soluciones reales a las personas sin vivienda y de escasos recursos, más bien, está generando corrupción estatal, mafias, precariedad en las viviendas y conflictos sociales (desalojos forzados, peleas entre grupos, etc.).
Ante este panorama, un puñado de mujeres y hombres inquilinos e inquilinas sin hogar, se organizaron y crearon la Organización de Inquilinos de Cochabamba (OINCO), cuyos principales objetivos son la defensa de los derechos del arrendatario, la lucha por una vivienda digna y la generación de propuestas, desde abajo, para cambiar las políticas públicas sobre la tierra y vivienda. Así, producto del intercambio de vivencias, problemas y experiencias entre ellos y ellas, han logrado construir e impulsar, desde hace ya 7 años, un proyecto de vivienda social, ecológica y comunitaria en suelo colectivo.
En primer lugar, este proyecto cuestiona la especulación del suelo urbano y el loteamiento pues considera a la tierra como una propiedad colectiva, recuperando así el concepto de comunidad en las ciudades. En segundo lugar, se prevé la construcción de espacios comunes de encuentro y trabajo, como pequeños talleres vecinales. Además, busca que sus habitantes vuelvan a estrechar lazos con la naturaleza (relación negada en las ciudades) mediante la construcción de huertos vecinales, plantas de Fito depuración de aguas residuales y reciclaje de la basura.
Es partir de esta iniciativa creativa, digna y desde las bases, que nace el proyecto “Huertos en mi Comunidad”, como una respuesta a una necesidad de las y los compañeros de la OINCO: preparase como comunidad en el desafío de la agricultura urbana.
Con el apoyo de la Fundación Abril y la Gobernación de Cochabamba, se logró acceder a un terreno de 1000 m2 en ambientes de la EXCORDECO (pleno centro de Cochabamba) para poder construir nuestros huertos. Sin embargo, estos predios eran en realidad basurales de chatarra, donde la maleza, metales oxidados y gomas ocupaban prácticamente todo. A pesar de esta situación y gracias al arduo trabajo y creatividad de las y los compañeros de la organización de inquilinos, quienes a través de varias jornadas de trabajo comunitario, de recolección, deshierbado y limpieza, convirtieron lo que fue un botadero en un lugar apto para la agricultura. Igualmente, en un despliegue de imaginación popular, se construyó un tanque para riego con algunas estructuras metálicas y gomas de automóviles.
De esta manera, se empezó con mucho esfuerzo el removido de una tierra dura y pedregosa pero que finalmente fue transformada en 10 camas de cultivo en las cuales se cosecharon tomates, brócolis, repollos, lechugas, cebollas, remolachas, zapallos y acelgas.
A través de talleres teóricos y prácticos, del trabajo colectivo en el terreno y, de alguna manera, la recuperación de la memoria agrícola por parte de las y los compañeros, empezamos a ver gratificantes resultados en tan solo 2 meses de ejecución del proyecto. Es por eso que los miembros de la OINCO decidieron por sí mismos ampliar la construcción de sus huertos y en la actualidad se tienen 24 camas de cultivo, con nuevos productos como la papa, haba, arveja, zanahoria y maíz, además de un hermoso jardín floral.
Sin embargo, no todas fueron buenas noticias, problemas como la naturaleza de la tierra (pedregosa y con mucha arcilla), la falta de agua en una primera instancia y el exceso de ella (con las fuertes lluvias que sufrimos este año) en una segunda, llevaron a la organización a continuos trabajos comunitarios y gestiones para reparar y mantener en pie los huertos.
En estos meses de trabajo, no solo las plantas crecieron y florecieron, sino que la misma organización crece y florece gracias a la agricultura urbana. Allí todos trabajan, niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos, familias integras que traen a sus hijos para que conozcan y aprendan de la naturaleza y sus frutos. A nivel organizativo, los huertos urbanos implican un gran reto de coordinación, es por eso que todos ven la necesidad de participar, escuchar y tomar decisiones sobre los problemas que afectan a los cultivos.
En conclusión, mediante esta experiencia la futura comunidad se consolida, establece lazos de hermandad y se prepara para vivir en territorio colectivo.